Poco a poco, montada en Jazmín, la mula, y junto a mi hombre, ahora ya mi marido, partimos luciéndonos rambla arriba, hacia las casas, donde nos esperaban.
Entre el llano de la puerta de la casa y la era se celebró el banquete, todo estaba ya bien dispuesto por amigos y vecinos, las mujeres como siempre en la cocina entre grandes perolas de migas que la tía Concha la de la verruga, la tía María "la renca" y Ginesa "la barranca", conocidas como "las tres reinas de las migas" cuidaron de tener a punto, arremangadas de brazos la cara roja por el calor de la lumbre y el esfuerzo, se dedicaron a repartir entre los presentes, siempre acompañado de buen vino que tu abuelo bien se cuido de juntar para la ocasión, y de postre dulces roscos y alfagores, con anises e higos secos.
Se cantó y se bailó hasta que oscureció. Bajo gente de las minas, vecinos y comadres de "las casas" gente de Cuesta de Gos, Josefa "la Pelin" que de boda y velatorio nunca se pierde ni uno. También "los rulas" los de la huerta, tan estirados como siempre, con una pequeña orza llena con pintanzas de matanza, como presente ¡Quien tendría que decir que en el tiempo fuéramos a ser familia!
Y ya con la oscuridad llena, la gente se fue perdiendo por las eras y caminos en grupo y aparejados o como fue su entender pero alegres y contentos.
Y a solas aquella noche tuvimos nuestro primer disgusto. Durante toda la fiesta, tu abuelo, con su gracia y desparpajo entre cantes y bailes, mucho se rozo y quizá palpo con María "la chata" de todos ya conocida por su arrime al gallo ajeno. Ya en la cama y él con ganas de más fiesta, le cogí por donde al hombre más duele:
- ¡ Todo esto es mio! y quien quiera uno se lo merque, que en las minas y en la cuesta quedan libres todavía.
Tu abuelo razonó y lo comprendió, quizá por miedo, y durante su corta vida y con fiestas y alegrías nunca me dio un mal motivo, o quizá no me enteré ¡ que más da, sí fui feliz!
Y fue un buen embarazo el de mi primer hijo, tu tío Francisquito, y sin dejar de trajinar, en todo el santo día. Llegó el parto que fue fácil y corto con la ayuda de las comadres y Josefa "la pelin" como partera. Grité, siempre me gustó gritar.
- Tranquila, Anica, tranquila, lo tuyo es coser y cantar, si lo sabré yo que me conozco abiertas de piernas casi todas las mujeres de la Cuesta de Gos.
¡ Siempre quitándome méritos!
A tu abuelo, lo abisaron, bajo antes de la mina y cuando se vio con su zagal en los brazos se emocionó "¡Anica que majico es! Se parece mucho a tí". Mentira, si parecía un monico.
Durante un par de días volví a sentirme importante, las comadres me cuidaron y mimaron como y cuando estaba en Cartagena, la casa en orden y limpia, caldos, pucheros, visitas y parabienes, gente de las casas, amigos de las minas, todos se personaron, celebraron y agasajaron mi buen parir.
Y un día me desperté, sola un zagal llorando cogido a mi teta, la lumbre sin encender, el almuerzo y la casa sin hacer. Lloré y lloré y me dije "Anica, Anitica despabila que estás sola y esto es todo lo que hay". Todo se me pasó y todo volvió a estar bien.
Manuela "del almacén" bajo un día a conocer al zagal y felicitarme, algún presente me trajo. No se, no me acuerdo. Alta, guapa, segura con el aplomo que da la desvergüenza del saber lo que tu eres y todos saben de ti.
Franquito empezó a llorar, yo intentaba darle el pecho, nerviosa, sin acertar y ella con su sonrisa.
- tranquila moza, tranquila, que soy mujer ¡ y lo que no habré visto yo! ... además, si somos casi familia, con lo que tu y yo compartimos ¡ ya sabes verdad, ya sabes!
El colmado "donde todo se vende" estaba situado justo enfrente del pabellón de los hombres solos donde mineros solteros o solos, dormían y mal vivían bajo techado por unas cuantas perras descontadas de su jornal diario. El colmado, como su nombre indicaba y por todos bien sabido, cubría cualquiera de las necesidades de las gentes del lugar, herramientas, carburos y "colorines", ropa, vino y comida, compañía y paz para el canario.
Manuela y sus dos primas atendían las demandas detrás de un mostrador y arriba en la habitación. Por toda la Cuesta de Gos bien conocidas eran sus noches de juergas, peleas y alcohol.
Aquella noche Frasquito tuvo diarrea. Se me agrió la leche. Y tiempo no me faltó para reprocharselo "al corro"
- Anica, palabra te dí y la cumplo. Pero no te miento, hombre soy y en otros tiempos con sequía le dí de beber al canario ... con Manuela, con sus primas ... con cualquiera bien dispuesto. En cuanto a Manuela es mi amiga, buena gente y siempre puedes contar con ella. Es amiga.
El tiempo le dio la razón. Manuela siempre fue ayuda en tiempos malos, que hoy no pienso recordar.
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