Cuentos que no son cuentos VIII ...

Al llegar el nuevo año, los ingleses cerraron minas y pozos y aquí paz y después gloria y buscar donde echar otro jornal. Tu abuelo estaba tranquilo "que esto tiene solución" le decía a Martín Sancho "el grande", que ahora llamaba "compadre" al ser de sus cuatro hijos, que es costumbre y tradición, al igual que Josefa "la pelin" que ya por siempre fue la "comadre" y para mí fue mi hermana, mas que la que en Cartagena tuve y que yo pronto olvide.

"El corro" tenía razón, o quizás algo sabia, porque al cabo de unos días los ingleses los llamaron a unos pocos y hablar mucho sí que hablaron, pero yo poco lo se, lo que tu abuelo, contento, me contó y yo con mis pocas luces lo entendí.
Desde ahora los ingleses les dejaban trabajar en las minas, las por ellos elegidas, por el mineral que contienen y que a ellos interesa, que se formarán dos grupos de personal por ellos elegidos y en numero reducido. Uno era el de tu abuelo, que nombraron capataz por estar más preparado y algo de letras saber, del otro solo recuerdo al Antonio "el de Jaén" el que más de piedras sabe de toda la minería, según "el corro" decía.
Cada grupo trabajará en una mina, libremente y por su cuenta y el mineral extraído lo comprarán los ingleses y las perras que nos den repartidas entre los cinco del grupo y según categorías.

- Anica, Anica, que esto la hostia va a ser, que de minerales y betas yo entiendo, porque soy bueno en mi oficio, lo mismo que Martín Sancho el compadre y otros tres que yo mismo elegiré.

Como todos los principios fue duro y bueno y las perras y el contento se notaban, pero pronto las betas del mineral se agotaron, eran chicas como bien sabían los ingleses y todo fue un cavar y cavar y solo runas sacar. Los hombres cansados de trabajar sin ganar a los campos se volvieron. "Mejor hambre en el campo, que en la mina" y quizá tenían razón, pero para "el corro" no, siempre tenía futuro. Así formó "La cuadrilla cuatro corros" con tu abuelo, mis dos zagales, Frasquito y Juan y Martín Sancho "el compadre" que al principio protestó, al considerarlos chicos para trabajarla mina.

Yo siempre estuve de acuerdo, era tan solo un trabajo como el de cualquier zagal, y como su padre decía "que son casi mozos ya", nueve me tiene Frasquito y casi siete mi Juan, uno me hace de pastor y el otro ayuda en "la huerta" ¡ saben lo que es trabajar!

Volvió la suerte en la mina, más trabajo, más encontrar mineral, los zagales contentos y trabajando y en casa el dinero entrando. Fueron meses, quizá un año que iba todo para bien, "la cuadrilla cuatro corros" me volvían de la mina cansados pero el puchero lleno en casa esperando, con cocidos, gachas y caldos. ¡Sí que fueron buenos tiempos! a mi "el corro" me decía "cuando juntemos más perras, los zagales me aprenderán de cuentas y de escribir, que el más saber más te ayuda".

Fue un día que la "pelin", como siempre medio bruja, se hacía la remolona, no encontraba el tiempo ni el camino de volver para su casa, quizá por ver a tu padre, mi Juan, ¡Siempre le puso cariño!

- Moza, que esta oscureciendo y no bajan de la mina, como es lo más natural.
- Comadre, que tu bien no los conoces, seguro que Manuela la del colmado, me los tiene entretenidos, como no tiene trabajo.

Chácharas, discusiones y la oscuridad creció. La "pelin" cogió una lumbre y muy dispuesta ordenó "coge a tus dos zagales y vamos para el colmado, que esto no es natural".

Miedo me dio y Manuela lo confirmó, la cuadrilla de Antonio de Jaén hace ya rato bajo y la del "corro" no siempre cruzaba él, al llevar los dos zagales.

Se dieron voces de ayuda, subió gente que había trabajado en la mina, con herramientas y luces y dispuestos a ayudar, cuando se formó el grupo subimos hasta la mina, recuerdo su boca negra en silencio y el cruzarla junto a dos o tres, el poco a poco avanzar y sin poderme aguantar empecé a gritar sus nombres. "Contente, mujer, contente que es lo peor si es un derrumbe". Como me iba yo a contener, sin mi Juan y mis zagales.

Y llegamos al lugar donde la mina encegada por las piedras y la runa no nos dejaba avanzar. Me reclamaron silencio y cuando lograron calmarme y por fin lo comprendí, fue Pepe "el de la Cuesta Mula" con su silbato el que rompió el silencio, con sus largo y penetrante silbido que intercalaba con silencios. Al rato, cuando acabo su concierto, volvió a pedir silencio a todos con gestos y se tendió o abrazo a la montaña de runa, y al rato giró la cabeza y dijo "¡Estan vivos!, se oyen lejos, pero se oyen".

¡Están vivos!, ¡Me sacaron a la fuerza!, yo solo quería sacar runa con mis manos. Me explicaron, lo entendí, sabían lo que se hacían, no era solo sacar runa.

En la boca de la mina esperaban la Manuela, la "pelin", mis zagales dormidos y la tía Concha "la de la verruga", me besaron, me abrazaron y me intentaban calmar. Yo recuerdo de aquella noche solo lágrimas y gritos y el despertarme ( para terminar), dormida en una roca abrazada a "la pelin" y su toquilla.

Fue cuando amaneció que abandonaron los hombres la mina, ya que ellos más no sabían ni podían hacer más y que peligroso era, el más sacar más caer, lo mejor contárselo a los ingleses que dicen ser ingenieros y saber todo de minas.

Me pidieron y obligaron con Manuela y "la pelin" que me volviera a mi casa con mis hijos e intentara descansar, que uno de ellos siempre quedaría de guardia, por lo que pudiera ocurrir, hasta llegar los ingleses.

Sería ya el medio día, por el Sol como brillaba, cuando volví a subir a la mina criminal con mis dos hijos pequeños, el Benito y mi Paquita.
En la boca de la mina estaba sentada yo, al llegar los ingleses con más gente. Entraron, miraron, salieron, entre ellos hablaron y ordenaron. Con su mal hablar intentaron consolarme, ¡Yo como lo podía hacer! más desconsolada estaba, sin mi "corro", mi Frasquito y sin mi Juan.

Fue el largo y el santo día un sin parar de trajinar en cosas que yo no entendía. ¡Hombres entrar y salir y nada de sacar runa! Hablaban de apuntalar, entrar maderos y vigas, picos y palas, cemento y otras cosas que yo no recuerdo ni se, ¡ellos sí! al ser hombres, ingleses, hasta ingenieros según dicen.

Las comadres y vecinas de las casas y la Cuesta subían como en procesión, no solo para consolarnos, también nos alimentaban, a nosotros, a los hombres que trabajaban y al ingles que dirigía. Todos fueron buena gente olvidando las redecillas y manías.

Ya con la noche cerrada pude al fin hablar con ellos, fue todo a través de aquel muro de piedras y rumas apuntaladas y de un pequeño tubo que lograron atravesar. Mi "corro" fue el que me habló, me tranquilizó, su voz sonaba lejana, como si nada pasara, lejos, pero tranquila, me dijo que todo iría bien y y que los zagales bien, mejor no perder la calma, nada de llorar o gritar para conservar las fuerzas.

  -Tranquila, mujer, tranquila! que pronto nos abrazaremos, que sí, que los niños están bien, mejor dejarlos dormir, que el tiempo pasa mejor y entre el padrino y yo, los entretenemos con historias que contamos y los juegos que inventamos el tiempo mejor nos pasa.

Ya el segundo día me sacaron a mi Juan, tu padre, como era el más pequeño y delgado. ¡Como lloraba el zagal! me abrazaba y me besaba a mí, a sus hermanos, a Manuela, a "la pelin", a todo el que se acercaba.

Algunas horas después fue Frasquito el que salió y como ya era casi un mozo, como nueve años tendría, él estaba más entero, muy blanco, en silencio sin llorar y solo se dejó abrazar por mí y alguna comadre.

Después al anochecer, Martín Sancho apareció en los brazos de dos hombres. No me parecía él, era un viejo, muy viejo que solo balbuceaba. Cuando se calmó yo estaba desesperada y mil preguntas le hacía, él a nada contestaba con la cabeza baja y sin dejar de llorar en silencio.

Un ingles se me acercó, el ingeniero ¡no se!. Me explicó que era lento y muy difícil, que una piedra que sacaban, otra en su lugar caía, que "el corro" fue el ultimo en querer salir, como capataz que era y el que más edad tenía.

Cuando lo sacaron más de tres días pasaron, él ya no era mi Juan "el corro", casi no me respiraba. Lo metieron en la cama y un par de días vivió, pero a nadie conocía. Solo una noche entre sueños me llamó ¡Anica, Anitica!.

1 comentario:

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