Cuentos que no son cuentos ...

Pero que yo cuento que me contaron a mi, o quizá no y solo lo escuche o robe mientras simulaba que leía o jugaba en un rincón, a la sombra de la parra que crecía en el patio de la casa, o en las reuniones de los mayores del sábado por la noche en tiempos sin televisión, de juego de cartas, dominó y café de puchero, en horas que ya los niños dormían y no escuchaban ni comprenderían, según los mayores, las historias que contaban, se cruzaban y debatían de ellos y sus mayores, de las tierras y lugares de donde procedían y añoraban y sin darse cuenta transformaban en historia, en cualquier tiempo pasado fue mejor ... y solo eran más jóvenes.

Y este es el cuento o la historia de mi abuela Ana, la tía Anica, "la Corra" que ella me contó a trazos y ratos que adornó y quizás inventó pero que yo siempre creí fascinado y ahora cuento como la historia de una mujer de otros tiempos, el tiempo de mis mayores.

Corría el año 1902 o 1903 ... no lo se, a las afueras de Cartagena en el porche de posada y a la sombra de una parra

Que uvas, nene, que uvas, yo cosía o quizá bordaba ... ( no se, no importa) la ropa para mi ajuar, que pronto me iba a casar.
Juan, tu abuelo, se ladeo el sombrero, ato su mula cargada con los apareos de su oficio, era minero, y con esa gracia y esa sonrisa tan suya me habló o casi me canto.
- Moza, a ... guardame ... ¡digo! la mula ...
Yo alce la vista de la costura, le miré a los ojos, después busque a la mula, que también era bonica, y solo le sonreí.

Y al día siguiente con el alba, partió con ella, la moza, hija menor de la posada, su mula y sus apareos y el ajuar sin acabar.
Destino, Águilas, Cuesta de Gos, en "las casas" junto a las minas donde él tenía trabajo.
En Cartagena, nunca se lo perdonaron, ella los olvidó, nunca volvió, no le importó y siempre lo contó feliz, sin avergonzarse ...

- ... tu abuelo cuando sonreía ...! y la gracia que tenía, si de mote le pusieron "el Corro". Todos lo decían, " si buscas a Juan, en medio de un corro está". Sus gracias y chascarrillos tenían chispa, se le notaba el oficio, ¡era minero, tenia buen pico!

Ella, Ana, una de las dos mozas casaderas, hijas de los dueños de la posada, unos padres con posibles que bien criaron a sus hijas sin servir ni trabajar, como señoritas, bueno una miaja de ayuda en el menester del día a día de una posada, pero bien dispuestas en el llevar una casa.

Ya sabes esas cosas, coser, bordar, cocinar ... yo no mucho, tu abuelo siempre decía "Anica, que tontina eres cuando cuando tu quieres"
Eso sí, ¡hasta sabia firmar! leer y escribir no mucho, al ser mujer .... ¡pa que!

Sí, tuvieron que ser felices tal y como ella lo contaba, pero también fue corto y duro, como el pan en casa del pobre, en aquellos tiempos ...

Pero es otro trozo de historia otro cuento que otro día os cuento o quizá no.


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