Como dos años y me nació mi Benito, tu tío. En Cuesta de Gos y las casas todo seguía igual "¡Que las minas no van bien!". "Pronto se van a cerrar" "Que se reduce el jornal" y el que trabaje que aguante y de las gracias a Dios, pues se sabe bien que más vale un poco que nada y que si trabajo tienes, algo más que otros ya tienes y el que es pobre en la tierra, en el cielo tendrá más, como bien dicen los curas y según dicen no engañan.
Tu abuelo que era "apañao", con el el jornal y lo que sacaba a la tierra, las gallinas, los conejos y su afición a la caza más bien que mal el tiempo pasaba y a que todo te acostumbras.
Un día que volvió de caza con mala cara y el morral vacío me dijo:
- El cabrón del "rulas", el de la huerta, que según él dice, que lo dicen y lo quieren los ingleses, que en estas tierras y cerros que aseguran de ser suyas, la caza y cualquier clase de fruto que en sus tierras se produzca, no se permite cazar ni coger, solo a gente que ellos quieran. Y con un "Corro lo siento" me pidieron o robaron mi perdiz. Venía con dos jornaleros más, presumiendo de escopetas y de su ley en papel. El tiro me delató y la tierra que pisaba.
Hijos de puta los ingleses, que todo lo quieren y todo se apoderan y los que ahora nos gobiernan lo permiten y en nombre de su justicia a los demás nos lo quitan.
El enfado se paso y como siempre, solo es hablar por hablar, a solas o con amigos, nada cambia, todo seguía igual y eso el pobre bien lo sabe y que mil años nos dure y el Señor que lo permita.
Pero yo, contenta y con tres zagales, la casa, el huerto, ¡los animales!.
El trajín del día a día, que ni tiempo me sobraba para mis comadres, Cierto es que mi Frasquito ya ayudaba, ¡Al ser mayor! como seis años tenía. Yo sabía que algo de envidia o de celos las vecinas y comadres me tenían, la cosa es natural, al tener al hombre que yo tenía, muy respetado en las minas, con amigos en las Casas y en la Cuesta, incluso en el Garrobillo. Él siempre me tuvo contenta, con sus risas, sus abrazos, su atender a los zagales y nunca me levantó la mano, cosa que pocas podían decir y siempre con el general papucio a punto. Yo, sí, siempre fui feliz.
El año de la desgracia fue después, sí pasaron años, sí. Tu tía Paca ya había nacido ya corría entre mis faldas y en la era. Yo algo haría, alce la vista y los vi bajar de las minas, agrupados, en silencio, la ropa sucia de faenar, picos y palas en hombros y en las manos los carburos y candiles, las jaulas de canarios y colorines, en silencio, cabizbajos, un silencio que rompía la paz de aquel día.
Las mujeres, como siempre, las primeras en intuir las desgracias, dejaron todo lo que hacían, para unirse asustadas al grupo, gritando, mientras buscaban entre todos a los suyos. Lágrimas, besos, abrazos, gracias al cielo y los santos, y maldiciones también así me encontré con mi Juan, tu abuelo, que nos abrazó emocionado, a mí y los dos zagales, tus tíos el Benito y la Paca que al ir cargada con ella, no pude llegar de primeras.
Entre todos, mujeres y hombres, me contaban lo ocurrido, como si presentes todos estuvieran cuando paso la desgracia.
Al Salvador, el hijo menor de la tía Nicanora "la viuda", le ha cortado la cabeza la maquina que transporta el mineral. De un solo tajo, en redondo le ha cortado la cabeza, esa maquina infernal. El Perico, que a su lado estaba, dice que la cabeza aullaba mientras viajaba envuelta entre el mineral, y el cuerpo se retorcía desesperado a sus pies.
Del suceso mucho se habló y se cambio y que todos según cuentan lo presenciaron solo lo que yo recuerdo te cuento y como a mi me lo contaron, porque tu abuelo "el corro" nunca habló. Guardó silencio, dijo siempre, que él si que no estaba presente.
Fueron dos días de luto, sin trabajar en las minas, con la gente alborotada reuniendose en grupos como en el tiempo de pascuas, unos cuantos se acercaron a la huerta, donde viven los ingleses, que según dicen y cuentan se asomaron al balcón y prometieron, a los dos días de luto el jornal entero abonar y a la tía Nicarona de una manera o de otra ayudar y tuvo que ser verdad, ya que de pronto se fueron sin despedirse siquiera.
Algunos luego contaron que en Lorca los vieron y tenían buen vivir. Suerte si tuvieron, ya que el pobre Salvador, que en gloria del señor este, como "acabao" que no era, que sí, si que tenía la gracia de coger los alacranes y acariciarles en mano sin que nunca le picaran, que como todos bien saben, eso es cosa de "inocentes". Por no decir de sus gustos, y costumbres que las cabras del corral corrían como locas todas asustadas, viendo al Salvador, asomar por la puerta del corral. Y más cosas que yo se, que no te puedo contar, al ser tu solo un zagal, y los muertos ya se sabe, santos son.
Con el paso de los meses, los ingleses, despacito y en silencio, fueron cerrando las minas y a la gente despidiendo y por pascuas aquel año todo muerto. La casa de los ingleses, donde viven y los cuidan, los "rulas" los de la huerta, estaba también cerrada, solo dos o tres quedaron, ingenieros o cosa así, que eligieron quedarse en el cortijo de la huerta, para estar mejor cuidados y ahorrarse el jornal y el personal. Los "rulas" también perdieron, con menos mozos y mozas, más tendrían que trabajar con la finca, que siempre dio gozo y trabajo y el servir a los señores ingleses, pocos pero mal acostumbrados.
Manuela la del colmado, también despacho a sus primas "mucho huerto, y recoger poca fruta" como ella muy bien decía. Las primas se fueron muy enojadas pero antes por su boca, ¡lo que pudieron largar!, hombres, mujeres, ingleses, de las Casas, la Cuesta de Gos, del Garrobillo, hasta de Águilas salieron. Contaron todo lo que uno hace y no cuenta, del "corro" también sacaron sus cosas, pero como yo algo ya sabía y esperaba, no me importo, el "corro" tenía trabajo y como Manuela decía "La murmuración pasa y el provecho queda en casa" y también lo remataba cuando hablaba del colmado "Ni se come ni se jode, poco futuro nos queda".
No hay comentarios:
Publicar un comentario